LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

martes, 27 de marzo de 2012

GANYAMANIA
La India de Juan


A las afueras de Rishikesh.

Hace ya casi tres meses, dijo: "Aquí no hay trabajo. Me voy a la India" Tenía un poco de dinero ahorrado y ganas de ver mundo porque repetía que, como geógrafo, debía conocer la Tierra. ¿Quién puede resistirse a semejante argumento? Llenó la mochila que usaba en las excursiones a la sierra, se calzó un gorro de lana y desde la T4 voló a Londres y de allí a Nueva Delhi. Aterrizó en un universo desconcertante para quien no ha estado jamás en tierras hindúes. 


La basura que tanto le preocupa
Con el blog que ha ido escribiendo y las fotografías que ha publicado desde entonces nos ha ayudado a ver la India con sus ojos. Su India. Miraba las basuras de plástico tapizando como una vieja alfombra las orillas de los ríos del Himalaya y los bordes de las carreteras y se quejaba. Nos hacía traquetear con él sobre camionetas sin amortiguadores ni ballestas, atestadas de viajeros y cucarachas. Nombró a cada uno de los occidentales que iba conociendo y con los que hacía tramos de viaje. Celebró el año nuevo tibetano en un pueblo llamado Rewalsar y se perdió durante 24 horas por Chandigarh, buscando un tren que le llevara hacia Varanasi. Una vez curado de su primera diarrea tropical, entornó los párpados por el humo que salía de las hogueras donde queman a los muertos, antes de cruzar el Ganges y tumbarse en el suelo para ver las estrellas junto a unos amigos alemanes y norteamericanos.

Tras 45 horas de viaje llegó a Kochi y se dejó jirones de piel pegados al skay de los asientos del vagón de la India Raylways. En la piel enrojecida se ensañaron los mosquitos de los "backwaters". Alojado en un "guest house" del pueblo pesquero de Mararikulan, que él rebautizó como el Reino de Dios, redescubrió el valor de la familia, la sencillez del día a día, la afabilidad y el respeto, la espiritualidad y el secreto de saber atravesar la vida con una sonrisa. Con tan buenos descubrimientos olvidó que el sol de Kerala no perdona y se abrasó las pocas parcelas de piel que respetaron el skay del tren y los mosquitos.

Mararikulam

Ahora anuncia que ha llegado a Jaipur y que está agotado de un país que duele y que exige. Tan cansado que le da pereza salir a la calle para descubrir una de las ciudades más bellas de Asia. Han sido 47 horas de tren y debe estar durmiendo a pierna suelta mientras yo termino este breve blog adornado con tres fotos que le he robado de su Ganyamanía. Juan es mi hijo.

2 comentarios:

  1. Hola Juan.
    Muy interesante ese país, a ver si tengo la suerte de conocerlo algún día.

    http://thmarcobaas.blogspot.com.es/

    Un saludo Marco Baas. https://www.facebook.com/yakobaas

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