LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

miércoles, 24 de octubre de 2012


CEREALES EN TRANSICIÓN
Feo porvenir


La cosecha de cereales del próximo invierno y del año 2013 serán cruciales. Desde 1974 no se recuerdan en Estados Unidos unos stocks de cereales tan mermados. En Rusia, hoy se almacena un 26,2 % menos de cereal que en las mismas fechas del año pasado. Hace 10 años, la humanidad guardaba en los graneros el cereal suficiente para aguantar más de 100 días. Actualmente, las reservas apenas duran 74.

El consumo mundial de cereal se ha multiplicado por seis  desde el año 2000 y las sequías del pasado verano no ayudan. A las malas cosechas americanas y rusas se añade la inseguridad del clima en el futuro y una especulación que hace explotar los precios. El descalabro del cereal se acentúa porque Europa destina el 65% de su producción de aceite vegetal a la fabricación de carburantes, mientras que Estados Unidos utiliza el 90% de su maíz como combustible. Eso quiere decir que los productos oleaginosos compiten con la comida y hacen subir los precios del cereal.

Áreas de cultivo de maíz que sufren sequía. Julio de 2012
Rayado en rojo, zonas de sequía. En verde oscuro, regiones de
intenso cultivo de maíz. En verde claro, regiones con menor superficie de cultivo.


El Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (FAO) podría hacer algo para remediar la situación, estableciendo reservas estratégicas de alimentos que ayudasen a capear las malas cosechas. Pero Francia, Japón, Corea del Sur y España se oponen a la medida, argumentando que las reservas estratégicas fueron empleadas, en el pasado, para corromper, especular y como arma política entre naciones. No tenemos remedio.

Mientras tanto, la agricultura camina hacia la Transición y en Europa se reforma la Política Agraria Común (PAC) que será aplicada en el período 2014 - 2020. Los agricultores y ganaderos europeos reciben buena parte de las subvenciones si cumplen, ahora, una colección de Buenas Prácticas Ambientales. La anunciada reforma va a exigir más esfuerzo. Por ejemplo, que los agricultores cultiven al menos tres diferentes productos en sus tierras, que dejen zonas de pastos y humedales y que conserven amplios márgenes sin cultivar al borde de los cursos de agua. Pero la medida más conflictiva será la obligación de mantener el 7% de sus terrenos sin cultivar.

En cultivo de cereal, con grandes maquinarias, prefiere
 las planicies. Reducir en un 7% la superficie cultivable persigue
aumentar los rendimientos de las cosechas o, al menos, mantenerlos.

Algunos agricultores andan en pie de guerra por esta última medida que refuerza la Condicionalidad de las ayudas. Si no la cumplen, la pérdida económica será importante. Hay que tener en cuenta que en 2011 la PAC dio ayudas por valor de 42.000 millones de euros a los agricultores europeos. El 30% de esta fabulosa cantidad (el mayor capítulo del presupuesto comunitario) estaba “condicionada” por el cumplimiento de las Buenas Prácticas Ambientales.

Se preguntarán qué es lo que persigue la PAC con la anunciada reforma. Desde el punto de vista agrario, las medidas agroambientales buscan un mejor almacenamiento del agua en los suelos; mayor protección contra la erosión, menos fugas de nitrógeno cuando se abona al borde de cursos de agua y mayor superficie de abrigo para los llamados “auxiliares” de la agricultura: depredadores de plagas y polinizadores. De forma general, las medidas potenciarían la protección de la biodiversidad y el reverdecer de la agricultura europea.

Se podría decir que la reforma tiende hacia una agricultura más tradicional, más variada, ecológica, sostenible y enriquecedora del paisaje y de la cultura, en contraposición a una agricultura más industrial, extensiva y de monocultivo, destructora del paisaje tradicional europeo y necesitada de mucho fertilizante químico y abundantes pesticidas. Llegados a este momento, se impone una reflexión.

Cultivo de soja en las planicies de Argentina

Mientras que la demanda mundial de cereales crece, la Unión Europea desea reducir la superficie de su territorio apta para el cultivo. Cuando cada día que pasa se hace más necesario conservar la tierra, para producir alimentos en el futuro, en Europa y en España se ahogan las planicies y valles fértiles con urbanizaciones, aeropuertos, autopistas, polígonos industriales y zonas logísticas. Se ha abandonado la agricultura de montaña, mientras que las áreas de bosque y matorral se amplían.

Porque, entre tanto, hay que competir con China comprando cereales en los mercados internacionales. En 2010, Brasil recibió inversiones chinas para aumentar la producción de soja en el Estado de Goiás, con la intención de subir sus exportaciones a China desde los 2 millones de toneladas anuales hasta los 8 millones. En 2012, Ucrania ha recibido 3.000 millones de dólares en créditos de China, a cambio de venderle su maíz. Argentina lleva varios años cultivando soja destinada a China, aunque en este otoño las ventas flaqueen. Pero China sigue financiando la construcción de puertos y regadíos en el Cono Sur.


Un granelero chino carga soja en los muelles de Puerto Rosario (Argentina),
transformado en la más activa puerta de salida de los cereales del Cono Sur americano.
Decía una alta funcionaria del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de España que, en el fondo, el cerdo es un cereal. Lo mismo sucede con un muslo de pollo y con un rodaballo de acuicultura. Todos ellos son subproductos del cereal. Los chinos lo saben perfectamente y se están asegurando el suministro de esta materia prima a lo largo y ancho del planeta. Pero es un juego peligroso porque, como decía otro alto funcionario de Argentina, “los chinos tiene alternativas a la soja argentina, pero la soja argentina no tiene alternativas a los chinos”.

Empezamos con la sequía sufrida en Estados Unidos y la caída de su producción cerealista. Terminamos con los cereales y sus precios como factor estratégico de la economía internacional, capaz de desestabilizar sociedades, como las revueltas de 2008 por los precios del maíz, y de atizar revoluciones, como las del Mahgreb y Oriente Medio. La agricultura, y los efectos del cambio climático sobre las producciones, están empezando a protagonizar la seguridad nacional. Vamos a necesitar mucha tierra fértil y muchos agricultores capaces.

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