LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

martes, 7 de agosto de 2012


CAMBIO CLIMÁTICO Y EDAD MEDIA – 1
Luz y oscuridad



Durante mis primeros años de adolescencia en el colegio me contaban que la Edad Media en Europa fue un tiempo de tinieblas, peste negra y brujas achicharradas en la hoguera. Una tenebrosa época donde la luz del conocimiento fue milagrosamente guardada en sólidos conventos por recios monjes vestidos de harapos. Al celo conservador de esos religiosos, a la “previsión” de la Iglesia como institución, deberíamos que la sabiduría y el arte volvieran a florecer en el Renacimiento.

Más tarde, escuché otra versión de la Edad Media. Esta vez hablaba de alegría y desenvoltura, de un clima tan cálido que en las Islas Británicas se cultivaban viñedos y sus cosechas de trigo rivalizaban con las de Castilla (la Primavera Medieval, explican los paleoclimatólogos). Pero, también hablaba de implantación, por la fuerza de la espada y de la hoguera, de doctrinas severas. Tiempos de violenta dominación por castas de guerreros y de sacerdotes que extendieron la ignorancia entre los siervos, ocultando deliberadamente el conocimiento en el interior de los conventos y castillos.

Las dos imágenes de la Edad Media en Europa, tan contradictorias, parecen seguir rondando por el viejo continente y sus apéndices de ultramar, como Estados Unidos o Australia. En este último país, la Universidad de Australia Occidental (Perth) culmina un estudio sociológico que será publicado en el Psychological Science Journal.  En el estudio, se cotejan las estrechas relaciones entre sectores sociales que dudan de la realidad del cambio climático con sectores que muestran un general rechazo hacia la ciencia.

Imágenes apocalípticas, como ésta, no ayudan a comprender el
alcance del cambio climático y suelen ser usadas por los enemigos de las regulaciones
como ejemplo de las exageraciones científicas.

Esta especie de asociación se muestra más nítida en Estados Unidos. Los que dudan que el tabaco provoque cáncer de pulmón (es un ataque a la libertad individual y a la industria tabaquera), que el SIDA sea causado por un virus (es un castigo de Dios), que el ser humano haya pisado la Luna (es un montaje de Hollywood) o los que aseguran que los gobiernos ocultan pruebas de la presencia de extraterrestres entre nosotros (es un contubernio judeomasónico), suelen coincidir con quienes niegan el protagonismo del ser humano en el cambio climático, e incluso su propia existencia como fenómeno global. Los afectados conforman un extenso grupo social, agrupado mayoritariamente en las filas del Partido Republicano.

Uno de los gráficos más conocidos, elaborado a partir de información del IPCC

Resulta significativo que ideólogos del Partido Republicano desdeñen los trabajos científicos en relación con el cambio climático, calificando los resultados y previsiones del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático – Naciones Unidas) como irrelevantes o exagerados. El desdén se torna en rechazo cuando los conocimientos científicos pueden desembocar en medidas  correctoras adoptadas por el Estado.

El pensamiento más conservador y neoliberal norteamericano tiene horror a la regulación de cualquier aspecto socioeconómico por parte del Estado.  La doctrina de la “no intervención” (menos Estado y más ciudadano o empresa), aflora con toda crudeza a la hora de negar sanidad pública a los más pobres o al impulsar la completa desregulación de las actividades financieras, con las consecuencias mundiales que conocemos. Si la ciencia recomienda alguna medida para prevenir males mayores, como la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, el neoliberalismo conservador contemplará a los científicos como adversarios de la libertad empresarial.

El riesgo para algunas urbanizaciones situadas en primera línea de
la costa mediterránea española no debería ser minusvalorado

La ideología neoconservadora suele encontrar apoyo en grupos religiosos, como algunas de las sectas cristianas norteamericanas que, también, desconfían de la ciencia. En España, la postura más neoliberal y recelosa de los científicos está igualmente presente en sectores del Partido Popular (PP) (1) y en grupos extremistas religiosos, esta vez adscritos a la Iglesia Católica.

Desacreditar a la ciencia, ocultar sus descubrimientos o mofarse de sus logros se ha convertido en deporte para determinados grupos sociales. Una de sus estrategias de largo alcance es minar el “corpus” científico, cerrando el flujo de inversiones de manera indiscriminada. Estos mismos sectores disponen de abundante aparato mediático a su servicio e ilimitada solvencia económica. Por si estas herramientas de actuación no fueran suficientes, siempre queda el espléndido recurso de las doctrinas religiosas y los textos sagrados para convencer a los recalcitrantes.

En la actual situación, es posible observar un paralelismo entre la Edad Media más oscura y el siglo XXI más conservador. No es de extrañar que la toma de conciencia sobre la amenaza del cambio climático encuentre tantos obstáculos en sociedades de corte “Neomedieval” o “Neofeudal”. En ellas conviven y se complementan poderosas e intocables estructuras industriales y financieras (los castillos) junto a potentes y excluyentes corrientes religiosas (los conventos).

Con esta definición, solemos desviar la atención hacia algunas monarquías o emiratos de Oriente Medio, con gobiernos de corte feudal, grandes recursos económicos y rigidez religiosa. Sin embargo, en esta categoría también entran poblaciones de Estados Unidos, Grecia, Italia o de la propia España. Comparando los esfuerzos que hacen los países para mitigar los efectos del cambio climático, se puede encontrar una interesante unidad de medida.

Desde hace dos décadas, Holanda se prepara para hacer frente a la
subida del nivel del Mar del Norte construyendo infraestructuras como esta barrera 

En el caso Neomedieval, España se prepara para hacer frente al cambio climático dando un paso atrás en la protección de la franja litoral. La anunciada modificación de la Ley de Costas, que amnistía del previsto derribo a miles de edificaciones situadas al borde del mar y prolonga, hasta finales del siglo XXI, concesiones estatales a edificios levantados en Dominio Público Marítimo Terrestre, es una muestra. Además, autoridades regionales y locales continúan hipnotizadas por el desarrollo urbanístico al borde del mar (2).

En el lado opuesto, autoridades portuarias de la República de Sudáfrica trabajan en la elevación generalizada de los muelles, para compensar la inevitable subida del nivel del mar. La República Francesa ha modificado su cartografía nacional de zonas inundables y propone una retirada o abandono progresivo, de las áreas costeras más vulnerables. En idéntica línea, Holanda lleva varios años realzando hasta casi 2 metros suplementarios la altura de los diques de sus “polders”, en una titánica tarea que no admite demoras.

La ciudad de Amsterdam, ante las previsiones analizadas por climatólogos holandeses de sufrir más lluvias torrenciales sobre su territorio (tropicalización), ha emprendido la construcción de enormes tanques de tormenta estratégicamente distribuidos por la ciudad, para retener en ellos las puntuales y excesivas escorrentías. Uno de esos tanques, ya terminado, se aloja bajo la estación central de la ciudad.

Una de las consecuencias del cambio climático, esta vez política y social, es la de poder analizar la deriva oscurantista de algunos grupos sociales en el llamado Primer Mundo.  

(1)  Antes de convertirse en Presidente del Gobierno de España, preguntado sobre su postura ante el cambio climático, D. Mariano Rajoy se remitió a “su primo”, profesor de Universidad y supuestamente escéptico ante el fenómeno.
(2)  El menosprecio hacia los efectos del cambio climático anunciados por los científicos tiene sabrosos ejemplos en Estados Unidos o en España, tal y como se relata en la segunda parte de esta entrada (Cambio Climático y Edad Media)