LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

miércoles, 7 de agosto de 2013

ENERGÍA Y DEMOCRACIA
En manos de las corporaciones


Escucho la breve noticia en una emisora de radio local. El ayuntamiento de Torrelavega (Cantabria – España) se dispone a producir su propia energía renovable en uno de sus edificios. Al parecer es un polideportivo, aunque el periodista no explica qué fuente de energía pretende instalar la corporación municipal. Como puede comprobar, que unos cuantos políticos locales apuesten por la energía renovable es algo tan extraordinario que sale en las noticias.

En Francia o Alemania no es noticia la instalación de sistemas pequeños o domésticos de generación de energía, generalmente solar- fotovoltaica, eólica o de biomasa que, además de satisfacer las necesidades del productor vierte el sobrante a la red general del país, rentabilizando la inversión y beneficiando a la sociedad y al medio ambiente. Sin embargo, la noticia señala que el proyecto, diseñado y aprobado por el ayuntamiento de Torrelavega, está a la espera de una negociación con la empresa eléctrica E-on. La multinacional gestionaría la energía que le entregue el ayuntamiento por algún sistema de contabilidad innovador, ya que las normas nacionales para el llamado “autoconsumo” ponen los pelos de punta.


Una pequeña instalación solar en España. El país no da para mayores
aventuras inversoras ante la catadura del personal al mando.

El atraso de la sociedad española en la Transición energética es de vértigo. La complicidad de los poderes políticos con la gran industria eléctrica es absoluta. La seguridad jurídica alcanza niveles poco vistos en Mogadiscio (Somalia). En España no existe la posibilidad legal y reglamentada de que un particular, asociación, empresa, comunidad de vecinos o administración  genere su propia energía eléctrica y rentabilice el sobrante, gracias un marco jurídico equilibrado, sostenible, rentable, estable y duradero. El gran obstáculo al  “autoconsumo” son los intereses de cuatro empresas y un puñado de políticos. Aunque el actual gobierno ame lo privado y odie lo público, hay parcelas privadas reservadas a una casta.

Les pongo un claro ejemplo. Una vivienda secundaria produce energía eléctrica gracias a los paneles fotovoltaicos instalados en su tejado. Como está desocupada la mayor parte del año, su propietario vierte a la red los kilovatios generados y no consumidos. Esos kilovatios serían medidos por el correspondiente contador (inversor). Si hay un saldo favorable al usuario existen dos opciones: que la empresa eléctrica abone esos kilovatios en dinero, o que esa cantidad de energía sea compensada (descontada o acumulada) del consumo en la  vivienda principal o local de trabajo del productor.


Paneles fotovoltaicos en una casita del Brabante belga.
Una imagen imposible en España porque te pueden abrasar a impuestos

Las cuatro grandes compañías eléctricas que operan en el Reino de España jamás consentirán los contadores de doble medida (entrada y salida). Es indudable que las eléctricas de otros países sienten el mismo odio visceral hacia el “autoconsumo”, pero deben doblegarse ante sus gobiernos.  En España no existe esa sumisión a la democracia y al interés de la nación. Si la norma europea les obliga, las empresas eléctricas cobran al usuario productor un peaje o supuesto desplazamiento (viaje) de los kilovatios desde su casa secundaria hasta su casa habitual. Pero en España el peaje sería tan elevado que hace inviable el sistema. En tales condiciones, la democratización y el fomento de las energías renovables a nivel privado se ven paralizados por el estorbo de las poderosas corporaciones que totalitarizan las fuentes energéticas.

En España apenas hay probabilidades de que en los próximos veinte o treinta años se democratice la energía y abordemos la Transición energética. En apenas tres años, el Reino de España ha modificado cinco veces la normativa que regula la producción energética solar fotovoltaica. El sector de las energías renovables, consideradas un excelente yacimiento de empleo hace diez años, se ha desmoronado. Quienes en España invirtieron desde 2005 en energía solar, unas 55.000 personas, están abocados a perder el 30% de su inversión, calculada en unos 30.000 millones de euros según asegura la Asociación Nacional de Productores e Inversores de Energías Renovables (ANPIER).


Radiación solar en la Unión Europea. Aunque España y Portugal son los estados miembros más
favorecidos por la abundancia de sol, son también los más aplastados por sus políticos y sus "eléctricas".
En Alemania, escasamente soleada, se producen picos de 20 gigawatios/ hora de energía solar fotovoltaica (mayo de 2012) equivalente a 20 centrales nucleares. En España hay cuatro veces menos potencia.

Si el anterior gobierno socialista hizo una escabechina con la energía solar en España, el actual gobierno de la derecha neoliberal acaba de enterrar los despojos. Las razones de la entrañable complicidad entre políticos de todo pelo y corporaciones están a diario en la prensa, antes en la Sección Tribunales y ahora en portadas y cabecera de telediarios.  

Sin embargo eso no es lo maravilloso: las empresas eléctricas españolas acaban de marcar la senda de la insostenibilidad al elevar los costes fijos en el recibo de la energía hasta representar el 70% del total facturado. En otras palabras, no cobran tanto por el consumo (que está bajando a causa de la ruina creada por la des-regulación financiera neoliberal), como por cosas tan vaporosas como la “disponibilidad” y la “accesibilidad”. Así, cuando los ciudadanos fabriquen su propia energía, las eléctricas y sus compinches seguirán facturando lo mismo. Debe ser la fórmula que el gobierno de España aplica para “fomentar el ahorro energético”. Al menos mientras nos gobierne la misma clase política que nos grita las bondades de lo privado, pero pone zancadillas cuando los mansos y crédulos ciudadanos intentan aplicar esa sectaria ideología en campos reservados a unos pocos, como el energético.


Parque solar fotovoltaico en Perleberg (Alemania), de 35 MW, capaz de satisfacer la necesidad
en electricidad de 9.500 hogares. Su construcción duró 2,5 meses gracias a la agilidad
y eficiencia de la administración alemana.

Finalmente, y en un apretón de tuercas del reciente Real Decreto que recuerda un Ukase zarista, el ciudadano que capte energía solar con las placas de su tejado y decida alimentarse en electricidad por su cuenta, despreciando a las compañías eléctricas, se arriesga a una multa millonaria. Deberá registrase y pagar un impuesto tan desorbitado que hará ruinoso emplear la energía fotovoltaica. En España se acaban de privatizar los rayos del sol.

Hermoso ¿verdad?. Mientras tanto mediten estas cifras, igualmente hermosas:
-     La nación se gasta 45.000 millones de euros anuales en hidrocarburos de importación.
-      En 2012 las “eléctricas” ganaron 6.316 millones de euros.
-      En los últimos 10 años, han ganado 49.652 millones de euros.
-      En los últimos 10 años la energía eléctrica ha subido el 81,4%
-    En los últimos 30 años las “eléctricas” lloriquean que tienen un déficit tarifario de 30.000 millones de euros. Cuando se les pide papeles se miran las uñas.


Por cierto, querido lector. Ahora que se deja acariciar vientre y muslos por las caldosas aguas de Cullera o las frescas olas de Comillas... Ahora que jadea trepando por los montes disfrutando de la naturaleza… sepa que la comisión de mantenimiento de su cuenta corriente acaba de subir el 50%. Ya no pagará periódicamente los 12 euros que tanto le cabrean, sino 18 euros. 

Gobiernos, Banca, Eléctricas...., joya de país. Esta misma mañana, tomando un vino blanco en Cabezón de la Sal (Cantabria - España) un nuevo amigo me ha confesado su posible interés por obtener pasaporte de Ruanda-Burundi, bastante mejor visto por ahí fuera que el que te ofrecen por aquí. Por mi parte, habida cuenta de que tengo residencia habitual en Bangui (antes Madrid) y conozco bien el percal le aconsejo el de la Republique Centrale Africaine.

martes, 6 de agosto de 2013

CONSUMO RESPONSABLE
No tienen arreglo

En los restaurantes de Francia, esa nación donde alimentación y gastronomía son casi cuestión de Estado, lo primero que te instalan en la mesa es una jarra de agua fresca. Del grifo, por supuesto. Pedir una botella de agua mineral en Francia es cosa de clientes enfermos, extravagantes… o españoles. Porque aquí, en España, hace muchísimos años que el agua potable embotellada se ha convertido en una de las grandes idioteces nacionales.

Acudes a un congreso, conferencia o reunión de trabajo y ves sobre las mesas, perfectamente colocados, la carpeta de documentos, el Orden del Día, un manojo de folios en blanco, el bolígrafo de usar y tirar, el vaso y el botellín de plástico con agua mineral o de “mesa”. En Europa, sobre las mesas de trabajo hay jarras con agua del grifo. Desde las reuniones empresariales y políticas, la imbecilidad del agua embotellada se ha trasladado a los restaurantes y bares, incluso hasta los más cutres y apartados. En una aldea del interior de Cantabria, este verano se me ocurrió solicitar al camarero, con mucha educación y gran sonrisa, una jarra de agua local y municipal. La respuesta fue contundente: “Si quieres agua del grifo, ahí al lado hay una fuente de la ostia”.

Días después del encuentro con el obtuso restaurador, se me antojó degustar un pescado azul, local y de temporada en un buen restaurante de la costa cántabra. Al explicar mis pretensiones al “maître”  me miró alucinado, pero yo le tranquilicé con un amplio abanico de opciones:

-No tengo preferencias. Pueden ser bocartes, sardinas, caballa, jurel, algún túnido o incluso palometa.
-No tenemos nada de “eso”, caballero – dijo con desdén.
-Entonces tomaría alguna especie de fondo de estas aguas tan productivas, como faneca, salmonete, maruca, lenguado, gallo, cabra, rape, rascacio,…
-Solamente lo que ve en la carta – cortó irritado el “maître”.


Pez Rey

En la carta aparecía besugo, merluza, lubina, dorada, rodaballo, calamares encebollados y Pez Rey. El besugo, prácticamente extinto en el Cantábrico por la sobrepesca, me llamó la atención y pedí puntualizaciones. El “maître” aclaró que, en realidad, se trataba de un “pancho”, pariente del besugo  y de inferior calidad. El resto debía ser de pescado de acuicultura porque eran peces “de ración” y pequeño tamaño. Las únicas opciones decentes en la carta eran la merluza, llegada hasta allí desde cualquier océano del planeta, y los calamares. Escogí los calamares, por ser una especie de crecimiento rápido y previsiblemente atrapada en las aguas costeras más próximas. Algunos de mis compañeros de mesa se inclinaron por el exótico Pez Rey.

Cuando llegó la hora de las bebidas solicité agua fresca.
-¿Con gas o sin gas? – preguntó distraidamente el “maître”.
-Evidentemente del ayuntamiento, en una jarra y con un par de hielos flotando – respondí.
-No tenemos jarras – aseguró.
-Pues me trae dos vasos grandes y ya me organizaré. Si se me acaba le pediré más.

Se fue sin responder. No me equivoqué con los calamares, pero quienes habían pedido Pez Rey quedaron chasqueados. En el plato que les pusieron delante había un pececito de piel anaranjada, ojos muy grandes y escasas carnes. Mis amigos se quedaron con hambre.


Acoso de Greenpeace a un arrastrero de profundidad

Antes de los postres, una chica mona vestida de cocinera ataviada de “chef”, con blusa blanca abotonada hasta el cuello, mandil negro arrastrando por los suelos y gorrito negro, se acercó a nuestra mesa para sondear nuestro grado de satisfacción. Mis amigos se quejaron suavemente de la escasez del Pez Rey. Ella, sin perder la sonrisa, explicó que últimamente los vendedores solamente ofrecían ejemplares pequeños. No me puede contener.

-El Pez Rey es una especie de  profundidad, escaso metabolismo, crecimiento lento y azarosa reproducción. Pescarlos y comercializarlos es una barbaridad y la prueba es que han acabado con los ejemplares adultos y ahora están saqueando los pequeños.  Estimada “Chef”, no debería comprarlos y ofrecerlos a sus clientes, sino seguir la corriente europea de ofrecer en su cocina pescado sostenible y local, preferentemente etiquetado. El secreto está en una cocina innovadora que saca partido a productos corrientes, baratos y abundantes, no en preparar especies en peligro de sobreexplotación.

La joven del gorro negro me miró horrorizada y confesó no saber nada al respecto, retirándose con la sonrisa congelada.

Lo del agua embotellada es, sin embargo, mucho más grave y profundo. Hacer negocio vendiendo en los restaurantes el litro (kilo) de agua al precio de la merluza fresca, embotellada en envases de plástico contaminante y sin que los clientes reaccionen, es una prueba de la grado de memez que últimamente paraliza a la sociedad española. Una sociedad que, al parecer, considera al agua potable del servicio público tan peligrosa como la que puede manar de los grifos en Bangladesh.


La tarea de desinformación llevada a cabo por los cretinos de siempre, en el sentido de pregonar las virtudes del agua potable “privatizada” empieza por negarte el agua del grifo en los restaurantes y enchufarte la basura del agua embotellada. Ya va siendo hora de reaccionar para poner a esa gente en su sitio. En otra ocasión comentaré las porquerías que se están detectando en el agua mineral (?) embotellada.