LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

viernes, 15 de mayo de 2015

AZNALCÓLLAR
Celebrando un “Día Internacional" del medio ambiente


Aznalcóllar 1998


La peste de Aznalcóllar retorna a la diminuta y cateta memoria colectiva del reino de España. Una memoria pequeña, como corresponde a un reino poblado de ilectos e idiotas. Al menos, así deben considerarnos los rubiacos empresarios suecos de Boliden, empresa propietaria de la concesión minera de Aznalcóllar y causante de uno de los mayores vertidos contaminantes que se recuerdan en Europa.

Han pasado veinte años desde que los primeros informes técnicos advirtieran del peligro de rotura en la balsa gigante de almacenamiento de lodos tóxicos de Boliden (1995).  Una balsa recrecida sin control y donde se vertían venenos ajenos a la propia explotación minera, ante la ceguera y la pasividad de la Junta de Andalucía (PSOE). 

Se nos han ido por entre los dedos diecisiete años desde que la balsa se rompiera, inundando de venenos persistentes un sector del Parque de Doñana (1998), joya de los espacios naturales europeos. En 2002, el Consejo de Ministros (Partido Popular) del reino impuso una multa de 45 millones de euros a la empresa Boliden, que se apresuró a anunciar que no pagaría.

En 2004, la Junta de Andalucía (PSOE) reclamó 90 millones de euros a Boliden, para compensar los gastos de limpieza. Boliden tampoco los pagó, gracias a oportunas sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y del Tribunal Supremo del reino (2011). Ahora, la Junta de Andalucía (PSOE) adjudica el yacimiento de Aznalcóllar y sus mierdas a otra empresa minera contaminadora (catástrofe de Sonora - México, 2014) y en medio de denuncias judiciales por supuestas y extraordinarias irregularidades concursales por parte de las autoridades regionales.

Cuando faltan 48 horas para celebrar el Día de los residuos, del reciclaje o algo parecido, recordar la miseria de Aznalcóllar es oportuno y, además, está de actualidad. Como señala el investigador Javier López Linage (CSIC), en momentos de crisis ambiental en España se sigue la estrategia latina, donde, principalmente, «se busca ocultar con rapidez el conflicto social o amortiguarlo con cantidades arbitrarias de dinero público, bajo el pretexto de indemnizar rentas de trabajo y de explotación a agentes económicos potencialmente problemáticos.»

Estas palabras fueron pronunciadas en Santiago de Compostela por López Linage en el año 2003, tras el vertido masivo del “Prestige”, resaltando entonces que “el sistema administrativo y jurídico no funciona y eso, en la práctica, significa la protección efectiva de los intereses industriales y financieros por encima de otros valores sociales; por encima de eso tan etéreo, pero, al tiempo, tan identificable siempre como el bien común”.

Esta es la doctrina que ha guiado las políticas ambientales españolas, a pesar de las Directivas comunitarias sobre medio ambiente, nunca bien miradas por los políticos más sucios e ignorantes. Estamos a dos jornadas del Día Mundial del Medio Ambiente y la situación ambiental empeora en España. El único alborozo manifestado por algunos medios de comunicación es que el reino bate un récord de Banderas Azules en sus playas. Unos trapos azules entregados a los ayuntamientos por la empresa privada que los vende.

Entre tanto, Vigo sigue sin depurar sus aguas fecales y la playa de Suances (Cantabria) sigue recibiendo el mercurio de las plantas químicas de Torrelavega. Los millones de euros de multa y compensación reclamados a la minera Boliden han sido como el papel mojado, pero el actual gobierno del reino, todavía en manos del Partido Popular, redacta otros papeles que añaden unas gotas de desprecio al ciudadano.

Son las multas previstas en el borrador de normativa energética que prepara, desde hace meses, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, destinadas a los ciudadanos o empresarios que no declaren sus paneles fotovoltaicos para autoconsumo eléctrico. La sanción llegaría a los 60 millones de euros, muy por encima de la impagada multa de 45 millones a Boliden y su riada tóxica. El doble de cuantía que por abandonar material radioactivo (30 millones) en cualquier lugar público. Diez veces más que la multa prevista para empresas alimentarias que utilicen substancias tóxicas dañinas para la salud en sus productos de venta al público (600.000 euros).

¿De dónde surge esta aberración? Nace del miedo. Del pavor que despierta entre los dirigentes de las corporaciones eléctricas y sus políticos amaestrados la posibilidad de que los ciudadanos sean energéticamente independientes. La temible posibilidad de que la democracia se extienda y profundice. El pánico a que los ciudadanos reaccionen, se agrupen y cooperen entre si.

Otra explicación: causar un destrozo ambiental como el de Doñana, irradiar a la población con radionucléidos, envenenar a niños con leche adulterada, extender el cáncer con el descontrol de los productos químicos serían delitos que atentan contra las personas, su salud y su futuro. En todo caso serían "malas prácticas comerciales". Pero las personas no figuramos entre las prioridades del sistema, salvo durante la semana previa a unas elecciones. Sin embargo, atentar contra los colosales beneficios económicos de cuatro empresarios es un crimen que merece la mayor de las sanciones.

El resultado para una nación donde el sol luce con inusitada fuerza es que el reino de España instaló 22 Mw de potencia fotovoltaica en 2014, mientras que Francia puso en marcha 1.000 Mw y en el Reino Unido, nación de brumas y lluvias, creció en 2.270 Mw.

Se acerca la fecha de las elecciones regionales y municipales, a las que concurren los dos grandes partidos (PSOE y PP), perfectamente enjaezados y con el bocado bien sujeto a las mandíbulas, llevados dulcemente de las riendas por empresarios y financieros. Para un patriota que ama a su país, votar cualquier alternativa democrática capaz de sacar de las instituciones a los representantes de estos grupos, tan profundamente carcomidos por la corrupción, la soberbia, la ignorancia y la avaricia, es una urgencia nacional.


Viene al caso la frase de Epicuro que Javier López Linage incluye en uno de sus magistrales artículos sobre el Plan Hidrológico Nacional (2002) y sus delirantes trasvases: «nada es suficiente para quien lo suficiente es poco» 

miércoles, 13 de mayo de 2015

ESTO NO ES LO QUE PARECE
Paradojas del clima y del idioma


Temperaturas en el Reino de España el miércoles 13 de mayo de 2015
(Cortesía de AEMET)

Miércoles 13 de mayo de 2015. En el sur de la región de Madrid se rozan los 40º C. Más abajo, en Sevilla, disfrutarán hoy de 41º C y en Bailén, escenario en 1808 de la batalla que perdieron las tropas de Napoleón frente al general español Castaños, se superarán los 42º C.

Un periódico de tirada nacional se hace eco de este curioso fenómeno climático que nos trae temperaturas propias del mes de julio en la segunda semana de mayo: la culpa la tiene el anticiclón de la dorsal atlántica. Además, según argumenta un técnico de nuestra AEMET (Agencia Española de Meteorología), lo que está viviendo el Reino de España en estos días “no” es una ola de calor.

Aunque el Diccionario de la Lengua Española (Real Academia Española 21º edición) recoge la voz “ola” como “fenómeno atmosférico que produce variación repentina en la temperatura de un lugar”, la actual “ola de calor” no lo es porque no se comporta como tal ola, al llegar repentinamente y terminarse en breve plazo. Según el técnico, para ser una ola de verdad, debería llegar, establecerse varios días con nosotros y luego retirarse, comportándose como una especie de “marea”, no como una fugaz “ola”.

Con esta fabulosa I+D+i, con esta castiza interpretación de la ciencia y esta manipulación del idioma deberíamos estar arrasando. Menos mal que la NOAA norteamericana lo avisó hace unos meses, al predecir para la península Ibérica un verano seco y muy caliente. Esto debe ser el preámbulo de un inolvidable verano.

Si no estamos ante una ola de calor, sino viviendo un capricho térmico de la “dorsal atlántica”, lo del cambio climático debe ser un contubernio. Cada vez estamos más divertidos con esta gente que nos gobierna a todos los niveles y en todas las latitudes. Como muestra un botón.




Hace un mes, la Fundación Bill y Melinda Gates (Microsoft), se sumaba a la campaña “Keep it in the ground” lanzada desde el diario "The Guardian", promoviendo la desinversión en activos financieros ligados a los combustibles fósiles. Se trataría de dejar enterrada en el subsuelo la mayor cantidad posible de petróleo y carbón, para así frenar las calamitosas consecuencias del cambio climático y estimular, con los fondos desinvertidos, la expansión de las energías renovables.

Como es natural, tuve la deferencia de adherirme a la causa junto con otras 200.000 personas del mundo mundial (balance de firmantes a 12 mayo 2015). Lo maravilloso fue, pocas semanas después de la adhesión, la recepción de una atenta carta de la Fundación y The Guardian. En ella, se me instaba a aportar ideas, sentimientos y palabras que pudieran se empleadas en la dicha campaña.

No hacen falta más ideas porque ya está la ciencia diciendo lo que se avecina. La petición es una solemne memez. Lo que se necesita es más cultura, más formación, más criterio y, sobre todo, más democracia. Para frenar el cambio climático se precisan votos que frenen, moderen y humanicen el actual y desenfrenado capitalismo corporativo que atenta contra la naturaleza, la salud humana, los recursos de nuestros nietos y el clima en cada momento y con la complicidad, estúpida o interesada, de los políticos. 

La mejor forma de medir el actual déficit democrático es comprobar el desinterés generalizado de los políticos hacia el destrozo de nuestro medio ambiente y hacia la locura que nos prepara el clima global. Un desprecio que no duda en pudrir el idioma y que sigue burlándose del ciudadano con la mayor desvergüenza y con la boba complicidad de muchos medios de comunicación.